por Pilar Lumbreras
En el corazón del Casco Histórico de Logroño, en la Plaza del Mercado y junto a la Calle Portales destaca, sin duda, la monumental Concatedral de La Redonda.
Lo de concatedral, título que no adquiriría hasta 1959, se debe a que en La Rioja tenemos tres catedrales, digamos que una por cada 100.000 habitantes, somos así de chulos… Comparte el título con Calahorra y Santo Domingo de la Calzada, aunque la sede de la Diócesis está en Calahorra. Lo de “La Redonda” parece que le viene de una construcción anterior románica que sería de planta centralizada.
En 1435 conseguirá el título de Colegiata al fusionarse con la de San Martín de Albelda, lo cual requería un edificio más espacioso que va a cristalizar en una nueva construcción, a partir del siglo XVI, de tres naves a igual altura, dividas en cinco tramos por pilares cilíndricos que sustentan arcos apuntados y bóvedas de crucería estrellada. Tenemos capillas entre contrafuertes que corresponden a fundaciones particulares y una cabecera ochavada que en origen eran tres, pero las laterales desaparecieron al rasgarse los testeros de los ábsides laterales para crear el deambulatorio.
En el siglo XVIII se realiza la Capilla de Nuestra Señora de los Ángeles, a los pies del templo, con traza de Juan Bautista Arbaiza, que crea un espacio centralizado al inscribir una planta octogonal en un rectángulo a la que se abren capillas y sirve como parroquia. Cabe destacar la riqueza decorativa del conjunto, en el que podemos apreciar las pinturas de José de Vexés adornando la cúpula. Mención especial merece la talla hispanoflamenca de la Virgen con el Niño que preside el retablo mayor. En este momento se crea la monumental portada a modo de retablo y se levantan “las gemelas”, las típicas torres del barroco riojano creadas por Agustín Ruíz de Arbaiza y extendidas por nuestra geografía por Martín de Beratúa, como en este caso. Es frecuente encontrar grupos de turistas frente a esta portada intentando descubrir cuál de ellas es más alta o más moza, como diríamos por aquí, la diferencia es de dos metros y corresponde a la torre de San Pablo que está junto a la Calle Portales.
Te invito a recorrer el templo, no te decepcionará, allá donde lleves tus ojos te va a sorprender, pero quiero que no te pierdas alguno de sus tesoros, aquellos que, en nuestra labor de guías, no dejamos pasar por alto. ¿Sabías que tenemos un Miguel Ángel en su interior? Sí, ese Miguel Ángel, el florentino, el Divino, el mayor genio que haya dado el mundo del arte. Y si te acercas a la girola podrás ver , custodiado en una especie de caja fuerte, un pequeño cuadro obra del maestro que representa el Calvario. Lo tenemos en Logroño gracias a Pedro González del Castillo, Obispo de la Diócesis, cuyo sepulcro luce su figura orante perfectamente retratado por Juan de Bazcardo. Y en este mismo espacio que hoy forma parte del deambulatorio, fundó una capilla que, a su muerte, en 1627, se adornó con gran cantidad de obras de arte con la que se hizo a lo largo de su vida. Las reformas que sufrió la Capilla del Santo Cristo en el siglo XIX, hicieron que muchas de ellas se perdieran, pero aún podemos ver un retablo con el Cristo del siglo XV a tamaño natural y una imagen de la Inmaculada Concepción obra de Gregorio Fernández, ni más ni menos. Esta girola es también lugar de descanso eterno para el General Espartero y su mujer, la logroñesa Jacinta Martínez de Sicilia, cuyos sepulcros se hayan en el mausoleo de mármol que fue sufragado por suscripción popular y es obra de Juan de Samsó.
Has de tomarte tu tiempo para poder deleitarte con cada una de sus capillas laterales, en ellas puedes encontrar magníficos retablos, como los que se encuentran en la Capilla de los Reyes y en la Capilla de San Ildefonso, así como una buena colección de pinturas de diferentes épocas y estilos. Es de admirar, sin duda, la labor de rejería que se despliega a lo largo del templo para cerrar estas capillas, en las que sobresale la intervención de Juan Tomás de Celma en el siglo XVI en los espacios anteriormente mencionados. Y antes de abandonar el recinto, es de obligado cumplimiento hacer una parada en el coro, pues en buena parte de su sillería podrás apreciar las elegantes tallas de Arnau de Bruselas en el siglo XVI.