por Pilar Lumbreras
Son las 9:15 de la mañana de un martes cualquiera de un mes cualquiera. Suena el teléfono de la Asociación de Guías que es atendido, como es habitual y de manera impecable, por Rebeca. Un nuevo cliente solicita nuestros servicios y pide asesoramiento, es la primera vez que viaja a La Rioja, ha estado buscando información en internet y son demasiados los datos que tiene en su cabeza como para ordenarlos en un plan sobre papel que cristalizará en una estancia de fin de semana. Amante de la historia y del arte, quiere visitar los monasterios más impactantes de nuestra región. Y ya le han llamado la atención algunos como Suso y Yuso en San Millán de la Cogolla o Nuestra Señora de Valvanera, de éste último le han enamorado las fotografías del entorno y el hecho de que sea la residencia de la Patrona de La Rioja. Pero necesita completar y diseñar su ruta.
Rebeca le dice que no ha podido elegir mejor destino y que tiene varias propuestas para satisfacer su demanda. Así le descubre otra de las joyas que engalanan las estribaciones de la Sierra de la Demanda: el Monasterio de la luz, Santa María de San Salvador en Cañas. Alejado de las principales vías de comunicación, esta fundación del Cister buscaba un lugar rico en agua y sosiego, donde valores como la austeridad, el recogimiento, la soledad, el rezo y el trabajo encontraban su hogar. La construcción del monasterio recorrió varias etapas y estilos. Entre ellos cabe señalar tres: desde los inicios románicos, pasando por el gótico hasta alcanzar el renacimiento. Rebeca no sabe muy bien cómo resumir tanta belleza en una conversación telefónica, por lo que, aparte de mencionar la impresionante luminosidad de la iglesia, que luce un espléndido retablo mayor resuelto por artistas como Gillén de Holanda, Andrés de Melgar o Alonso Gallego, y destacar el sepulcro gótico de la beata doña Urraca López de Haro, que acoge su cuerpo incorrupto en el centro de la no menos reseñable Sala Capitular, invita encarecidamente a su receptor a que descubra por sí mismo cuánto merece la pena su visita.
Rebeca prosigue la conversación contando las delicias de otro regalo que ofrece la localidad de Nájera: el Monasterio de Santa María la Real. En plena ruta jacobea, el rey don García el de Nájera fundó en el siglo XI un monasterio que serviría como lugar de enterramiento a los reyes e infantes de la Dinastía Nájera-Pamplona. Una persona con tus inquietudes, continúa diciendo, ha de conocer este lugar y sucumbir a la belleza plateresca de las tracerías del claustro de los caballeros, el despliegue iconográfico y las magníficas tallas y decoración desarrolladas en la sillería del coro, la sobrecogedora solemnidad del Panteón de los Reyes, la delicada imagen románica de Santa María y un sinfín de detalles que harán que quieras regresar a este lugar.
Tras analizar otros detalles sobre la estancia, alojamientos y restaurantes, van poniendo fin a la conversación telefónica, en la que se sugiere dejar para otra ocasión la visita a otros monasterios y lugares de interés de La Rioja. Son las 9:40 de un martes cualquiera de un mes cualquiera y, Rebeca, frente al ordenador de su despacho, comienza a trabajar sobre el programa definitivo para enviárselo al cliente.
